Patricia Barber fue uno de esos descubrimientos accidentales en medio de una búsqueda comparativa de artistas como Nina Simone, Diana Krall y Norah Jones. Es decir, de mujeres cantantes y pianistas que de una forma u otra se circunscriben dentro de las muy variadas facetas del jazz como género universalmente abarcativo. Lo primero que escuché de ella fue Verse (2002) y desde ahí, tanto para atrás como para adelante, fue imposible desprenderme de su carrera.
Es que, a pesar de haber entrado a través de la comparación, la Barber es diferente. Nacida (artísticamente hablando) en los más profundos suburbios del estándar de jazz, pronto encontró su forma de adentrarse en la composición e interpretación del género sin claudicar ni expandirse (como otras de sus pares) y se ungió en un estilo personal y personalista de la voz íntima y el pianismo virtuoso, claro, prístino y contundente. Desde ahí, álbum tras álbum encontró la forma de ofrecer una mirada absolutamente única e inimitable de cada versión que eligiera escribir y grabar (recomiendo rotundamente escuchen –más de una vez– su The Cole Porter Mix de 2008, disco de versiones de clásicos de Cole Porter –creo que jamás volví a escuchar una propuesta tan atrapante e imaginativa de Miss Otis Regrets, original de 1934).
Clique! (2021) es su más reciente propuesta, en la cual la compositora reúne los tracks de la misma sesión que no fueron publicados en Higher (2019), el disco anterior, y aporta una mirada distintiva, magnífica e interior de temas de Wilder, Jobim, Rodgers & Hammerstein, Stevie Wonder y Thelonious Monk, entre otros. Es sólo eso: un disco de estándares y reversiones de algunos clásicos popularizados por artistas de la talla de Frank Sinatra que se pensó originalmente como un aprovechamiento del tiempo disponible en un estudio reservado de más (Higher, disco de canciones originales, fue grabado en 2 de los 4 días estipulados, dejando los restantes para improvisar sobre algunas de las canciones favoritas de la pianista).
Así, Clique! es ecléctico, fresco, liviano, juguetón e inesperado. Recorre los localismos e internacionalismos de los consumos acostumbrados del jazz arraigado en la reinterpretación enfrentando a la Samba de Uma Nota Só con Shall We Dance?, librándose a la improvisación en distintos grados de libertad entre Mashup (único track firmado por Barber) y Straight No Chaser, y sumergiéndose en lo más cálido e intimista de la voz de la cantante en Trouble is a Man o una brillante, contraria y 100% barberiana versión de I Could Have Danced All Night, el clásico escrito por Alan Jay Lerner y popularizado por Julie Andrews en My Fair Lady.
Es un disco que, aunque el más cercano a nosotros de la discografía absoluta de la artista, nos acerca a lo más característico del estilo propio de una Barber genial e incomparable que reversiona desde el gusto propio y la nostalgia personal a los estándares más esperados del Gran Cancionero Americano. Ofrece una mirada ajena a todos y cercana a ella que aporta al oyente la versatilidad no sólo de una cantante con aplomo, clase y distinción, sino de una de las mejores pianistas de su generación y su género musical, dueña de una versatilidad y sonido difíciles de encontrar en sus contemporáneos y en sus antepasados más cercanos.