La música
A la velocidad en la que las publicaciones discográficas llegan al público en pos de que cada melómano simultáneamente no muera de FOMO y haga acrecentar su melomanía a niveles que sólo la distribución digital y nuevas tecnologías logran elevar, no sería extraño percibir que un disco editado en 2018 bien podría haber sido lanzado hace más de 3 décadas.
Sin embargo, y continuando con su proyecto de «Shostakovich Under Stalin’s Shadow» iniciado en 2016 con la grabación de la Sinfonía no. 10, op. 93 (amén de haberse desprendido del título), esta versión de las sinfonías nos. 4 y 11 del compositor ruso de la mano de la Boston Symphony Orchestra bajo la batuta de Andris Nelsons se nos presenta moderna, de primer nivel, con profundidad expresiva y ejecución sonora, amplia y ajustada. El sonido de la grabación es excepcional, con viveza, cuerpo y claridad, que permiten holgadamente percibir el magistral trabajo de mixturas instrumentales que caracterizan la escritura de Shostakovich y son plenamente bien interpretadas por Nelsons. Ayuda a esto también haber tomado la decisión de agruparlas en un mismo lanzamiento.
Entiendo que hay cierta tendencia, actualmente, a recibir con mayor facilidad la cuarta sinfonía, con sus claras influencias mahlerianas (que serían, además, fundacionales del estilo de la orquestación característica de Shostakovich), sus dimensiones, su abstracción no programática, sus requerimientos virtuosísticos y su cercanía a la famosa denuncia de 1936 que llevó al compositor a responder con su quinta (en sí, y aunque pese a muchos admitirlo, un calco estructural, armónico, melódico, formal y discursivo de la cuarta), que verse inmerso en una escucha crítica, profunda y disfrutable de la 11ra, en Sol menor, op. 103, cinemática, programática y simbolista, conmemorativa tanto de la ya muy lejana primera Revolución Rusa de 1905 como de la invasión de la Unión Soviética a Hungría, ambos eventos de alusión discutida por la plana musicológica mundial. ¿Tendrá que ver la distancia del oyente a ambos eventos con su dificultosa aceptación general?
Pero a pesar de que ambas versiones grabadas en vivo por la Boston entre septiembre y octubre de 2017 son superlativas en todo aspecto, encuentro un verdadero tesoro y aporte real al acervo musical general (y a esta tendencia de los últimos años de revivir a conciencia, con detenimiento y atención, la música rusa de la primera mitad del siglo XX) en la versión de «El año 1905». Cada movimiento es tratado con lupa sobre el más mínimo detalle de la escritura. El control de las tensiones es magistral. Nelsons construye minuciosamente la trama tímbrica presente en la escritura y moldea dinámicamente cada pasaje y cada cuerpo orquestal que lo involucra. Cada evento o lugar descrito en el título de los movimientos (La plaza del Palacio de Invierno, El 9 de enero, Memoria eterna y Campana de alarma) se hacen evidentes bajo la destreza interpretativa del ensamble y su director, y el profundo simbolismo mussorgskiano de «pueblo y recurrencia» que Shostakovich buscaba evocar, se plasma en esta edición de forma prístina e inequívoca.
El proyecto de la Deutsche Grammophon lleva a director y orquesta a continuar sus lecturas de la obra orquestal de Shostakovich (ya fueron publicadas gran parte sus sinfonías), pero bien podría decir que esta es la grabación que más expectativa cumplida me trajo, y creo que debería ser incluida en todo repertorio y colección de cualquier melómano o melómana promedio que pretenda conocer en profundidad este conjunto de obras con la tranquilidad de que observa (o bien, «escucha») su más profunda esencia.