17 - London Symphony Orchestra/Sir Simon Rattle - Rachmaninoff: Simphony No. 2

London Symphony Orchestra/Sir Simon Rattle – Rachmaninoff: Symphony No. 2

17 - London Symphony Orchestra/Sir Simon Rattle - Rachmaninoff: Simphony No. 2
Tapa del disco Rachmaninoff: Symphony No. 2, por la London Symphony Orchestra dirigida por Sir Simon Rattle

El compositor

Sergey Vasilyevich Rachmaninoff (a veces también escrito como Rakhmaninov o Rachmaninov, y su nombre Serge o Sergei) nacido el 20 de marzo de 1873 (1 de abril en el nuevo estilo) en Oneg, cerca de Semyonovo, Rusia, fue un compositor considerado la última gran figura de la tradición del romanticismo ruso y un destacado virtuoso del piano de su época, fallecido el 28 de marzo de 1943, en Beverly Hills, California, EE. UU.

Nació y vivió su infancia en una finca familiar cerca del lago Ilmen en el distrito de Novgorod. Hijo de un oficial del ejército retirado y la hija de un general, estaba destinado a seguir los pasos de su padre hasta que éste perdió todo el dinero familiar en diversas inversiones fallidas y abandonó a la familia. El primo del joven Sergey, Aleksandr Siloti, un conocido pianista y director de orquesta, reconoció las habilidades musicales del niño y sugirió enviarlo a estudiar piano con el conocido maestro y pianista Nikolay Zverev en Moscú. Gracias a la disciplina estricta de Zverev hacia el niño la historia musical tiene a uno de los grandes virtuosos del piano del siglo XX. 

Para su educación general y materias teóricas en música, Sergey ingresó en el Conservatorio de Moscú, de donde se graduó a los 19 años ganando la medalla de oro por su ópera en un acto Aleko, según el poema Tsygany, «Los gitanos», de Aleksandr Pushkin. Su fama y popularidad, tanto como compositor como concertista, fueron gracias a dos obras: el Preludio en Do sostenido menor op. 3, no. 2 para piano, tocado por primera vez en público el 26 de septiembre de 1892 (y obra a la que llegaría a odiar y apodar «Frankenstein» por su popularidad), y su Concierto para piano no. 2 en Do menor, op. 18, estrenado en Moscú el 27 de octubre de 1901.

En su juventud, Rachmaninoff estuvo sujeto a crisis emocionales por el éxito o el fracaso de sus obras, así como por sus relaciones personales. La duda y la incertidumbre lo llevaron a profundas depresiones, siendo una de las más severas la que siguió al fracaso tras el estreno de su Sinfonía no. 1 en Re menor, op. 13. La sinfonía se interpretó mal y los críticos la condenaron. Durante este período de incertidumbre personal y profesional consultó regularmente a un psiquiatra, Nikolay Dahl, a quien se le atribuye haber restaurado la confianza personal del joven compositor, lo que le permitió escribir el Concierto para piano no. 2 en Do menor, op. 18, estrenado en 1901 y dedicado a Dahl.

Durante la primera Revolución Rusa de 1905, Rachmaninoff era director del Teatro Bolshoi. Por no ser una persona políticamente involucrada en la revolución, se fue con su familia a vivir a Dresde, Alemania, en noviembre de 1906. Allí escribió tres de sus obras grandes más importantes: la Sinfonía no. 2 en Mi menor, op. 27 (1907), el poema sinfónico La isla de los muertos, op. 29 (1909) y el Concierto para piano no. 3 en Re menor, op. 30 (1909). Este último fue escrito para su primera gira de conciertos por los Estados Unidos, donde debutó el 28 de noviembre de 1909, con la Orquesta Sinfónica de Nueva York bajo la batuta de Walter Damrosch. Esta obra requiere de un gran virtuosismo pianístico. Durante esa gira se presentó como director en Filadelfia y Chicago, interpretando sus propias composiciones sinfónicas, siendo la Sinfonía no. 2 la más significativa: es una obra de profunda emoción y un material temático inquietante. Durante esta gira fue invitado a convertirse en director permanente de la Orquesta Sinfónica de Boston, rechazando la oferta y regresando a Rusia en febrero de 1910.

De este período compositivo adulto, además de las ya mencionadas, se destaca también su sinfonía coral Las Campanas, op. 35 (1913), basada en la traducción rusa del poeta simbolista Konstantin Balmont de The Bells, poema de Edgar Allan Poe. Esta obra muestra un ingenio considerable en la combinación de recursos corales y orquestales para producir sorprendentes efectos de imitación y textura.

Luego de la Revolución Rusa de 1917, Rachmaninoff se fue a su segundo exilio autoimpuesto, dividiendo su tiempo entre residencias en Suiza y Estados Unidos. Aunque durante los siguientes 25 años pasó la mayor parte de su tiempo en un país de habla inglesa, nunca dominó el idioma ni se aclimató por completo. Con su familia y un pequeño círculo de amigos vivió una vida bastante aislada. Extrañaba a Rusia y al pueblo ruso, y esta alienación tuvo un efecto devastador en su capacidad creativa. Produjo poca obra original, concentrándose en revisar y reescribir algunos de sus trabajos anteriores. De hecho, se dedicó casi por completo a dar conciertos como pianista y director en Estados Unidos y Europa, campo en el que tenía poca competencia. Sus únicas obras sustanciales de este período son la Sinfonía no. 3 en La menor, op. 44 (escrita entre 1935 y 1936), otra expresión de melancolía sombría y eslava, y la Rapsodia sobre un tema de Paganini para piano y orquesta, op. 43, un conjunto de variaciones, en un solo movimiento, sobre el Capricho para violín solo no. 24 (último del conjunto escrito entre 1802 y 1817, publicados como op. 1 por Ricordi en 1820 y M.S. 25 en el Catalogo tematico delle musiche di Niccolò Paganini de Maria Rosa Moretti y Anna Sorrento de 1982) de Niccolò Paganini. La última gran obra de Rachmaninoff, la suite orquestal en tres movimientos Danzas Sinfónicas, op. 45, fue compuesta en 1940, unos dos años antes de su muerte.

La música de Rachmaninoff, aunque escrita principalmente en el siglo XX, permanece firmemente arraigada en el lenguaje musical europeo del siglo XIX. Fue, en efecto, la expresión final de la tradición del romanticismo ruso encarnada por Tchaikovsky.

La obra

La Sinfonía no. 2 en Mi menor, op. 27, de Sergei Rachmaninoff fue escrita entre octubre de 1906 y abril de 1907, y estrenada bajo la batuta del propio compositor en San Petersburgo el 26 de enero de 1908, y una semana después en Moscú. Su duración es de aproximadamente 60 minutos sin cortes, habiendo una versión con modificaciones que no excede los 35 minutos de duración. La partitura está dedicada al ruso Sergei Taneyev, compositor, profesor, teórico, autor y alumno de Pyotr Ilyich Tchaikovsky.

Anterior a la composición de esta obra Rachmaninoff había tenido dos temporadas exitosas como director de la Ópera Imperial en el Teatro Bolshoi de Moscú. Se consideraba a sí mismo compositor antes que intérprete y sentía que sus compromisos como director y pianista le restaban tiempo para componer. 

Se mudó con su esposa y su hija pequeña a Dresde, Alemania, para pasar más tiempo componiendo y escapar del tumulto político que pondría a Rusia en el camino de la revolución. La familia permaneció en Dresde durante tres años, pasando los veranos en la finca de sus suegros en Ivanovka. Fue durante este tiempo que Rachmaninoff escribió no solo su Sinfonía no. 2 sino también el poema sinfónico La isla de los muertos.

Rachmaninoff no estaba del todo convencido de que fuera un talentoso sinfonista. En su estreno en 1897, su Sinfonía no. 1 en Re menor, op. 13 (dirigida por Alexander Glazunov) fue considerada un desastre; las críticas fueron tan duras que llevaron al joven compositor a un ataque de depresión. Incluso después del éxito de su Concierto para piano no. 2 en Do menor, op. 18 (que ganó el Premio Glinka y 500 rublos en 1904), Rachmaninoff todavía carecía de confianza en su escritura. Estaba muy descontento con el primer borrador de su Sinfonía no. 2, pero después de meses de revisión terminó el trabajo y dirigió el estreno en 1908 con grandes aplausos. Se estrenaría menos de tres años después en Chicago, en 1911. La obra le valió otro premio Glinka y 1000 rublos diez meses después. El triunfo restauró el sentido de autoestima de Rachmaninoff como sinfonista.

El trabajo sobre esta obra fue con dificultad y en total secreto; obviamente, no había desterrado los dolorosos recuerdos de su primer intento en el género. Finalmente, en febrero de 1907, cuando se filtró la noticia de su nuevo proyecto en la prensa, le confesó a un amigo,

He compuesto una sinfonía. ¡Es cierto!… La terminé hace un mes e inmediatamente la dejé a un lado. Fue una gran preocupación para mí y no voy a pensar más en eso.

Debido a su duración, la obra ha sido objeto de muchas revisiones, particularmente en las décadas de 1940 y 1950, que redujeron la pieza de casi una hora a tan solo 35 minutos. Antes de 1970, la pieza solía representarse en una de sus versiones revisadas y más breves. Desde entonces las orquestas han utilizado casi exclusivamente la versión completa, aunque en ocasiones con la omisión de la repetición de la exposición del primer movimiento.

La obra requiere de 3 flautas y piccolo, 3 oboes y corno inglés, 2 clarinetes en Sib y La, clarinete bajo en Sib y La, 2 fagots; 4 cornos, 3 trompetas, 3 trombones y tuba; timbales, bombo, tambor con bordona, platillos, glockenspiel; cuerdas.

Es en Mi menor y en 4 movimientos dispuestos de la siguiente manera:

  1. Largo–Allegro moderato (en Mi menor)
  2. Allegro molto (en La menor)
  3. Adagio (en La mayor)
  4. Allegro vivace (en Mi mayor)

El Largo–Allegro moderato comienza con una introducción lenta en la que se introduce y desarrolla el material temático de toda la sinfonía (o «motivo central»). Esto conduce a un clímax después del cual un solo de corno inglés conduce el movimiento hacia el Allegro moderato en forma sonata (Forma S).

El desarrollo es tormentoso y se mueve a través de múltiples tonalidades, trabajando sobre la variación sólo del primer tema y el motivo central. Después de un extenso pedal de dominante, la música pasa lentamente a la reexposición en Mi mayor, en la que solo se recapitula el segundo tema de la exposición, pero se amplía mucho en comparación a su primera aparición. Este procedimiento de omitir el primer tema en la reexposición también fue usado por muchos compositores contemporáneos a Rachmaninoff, siendo Tchaikovsky el ejemplo más cercano, y particularmente en su segunda, cuarta y sexta sinfonías. La coda en Mi menor se acumula intensamente y el movimiento culmina en dos arrebatos de fortissimo que casi operan como un attacca hacia el segundo movimiento.

El primer movimiento es bastante extenso, demostrando la maestría del compositor en las melodías de largo aliento y su dominio del sentido de suspenso. Como un esfuerzo consciente por unificar toda la obra, Rachmaninov comienza tranquila y lentamente, con el «motivo central» en la cuerda grave que reaparecerá, ya disfrazado, en la melodía principal del violín que toma el relevo una vez que se acelera el tempo y es germen de los temas de este y los restantes movimientos.

El Allegro molto sólo se parece a un scherzo en la medida en que se relaciona con la tradición de ubicación y estructura de movimientos sinfónicos del romanticismo temprano a medio, y también en el uso de la forma típica de scherzo, que en este caso se muestra como un ABA-C-ABA. Sin embargo, está en 2/2, mientras que el scherzo típico estaría en 3/4 o algún tipo de compás ternario. Se abre con un ostinato en las cuerdas agudas irrumpido por una constante en las obras a gran escala de Rachmaninoff: la referencia al canto llano del Dies Irae (que usa en su Rapsodia sobre un tema de Paganini y en La isla de los muertos), aquí en los primeros compases de los cornos (compases 3 a 7)

La sección B es una melodía cantabile en Do mayor. La música se ralentiza y se hace referencia al ostinato de apertura y, al regresar a la sección A, acelera abruptamente de nuevo a su tempo original. La sección central del trío, C, comienza con un fugato fingido en los violines sobre un acorde Si séptima de dominante súbito, tutti y fortissimo, en un claro ejemplo del dominio del contrapunto y la escritura fugaz de Rachmaninoff. Al concluir el movimiento, el Dies Irae se repite de nuevo, esta vez por todos los metales en escritura coral. El impulso se disuelve y el movimiento termina pianississimo o «triple p» (ppp), efecto que lo solapa fingidamente con el comienzo del tercero.

El Adagio tiene una forma de tres partes amplias, mejor recordado por su tema de apertura tocado por los primeros violines y repetido como melodía y como acompañamiento más adelante en el movimiento. Este tema de apertura, sin embargo, es realmente una introducción a la melodía principal del movimiento, presentada en un largo solo de clarinete, elección relativamente inusual para una obra romántica.

El desarrollo se basa en el «motivo central» de la obra y en el tema del Dies Irae citado anteriormente, sugiriendo una continuación desde la introducción del primer movimiento. Una acumulación de superposición armónica que resulta en yuxtaposición cromática, conduce al clímax en Do mayor. La intensidad disminuye y se reafirma la melodía central del tercer movimiento, esta vez tocada por los primeros violines, mientras que en el acompañamiento se escuchan fragmentos del tema de apertura. El Dies Irae se repite de nuevo aparentemente para provocar un final que complemente la introducción del primer movimiento, ya que el tercer movimiento concluye de una manera tranquila muriendo lentamente en las cuerdas.

El Allegro vivace tiene forma sonata (Forma S). El primer tema animado, con tópico de fanfarria y derivado de la cita del Dies Irae del segundo movimiento, es interpretado por toda la orquesta, lo que lleva a un interludio similar a una marcha que comienza en Sol sostenido menor en las maderas.

Después del regreso del primer tema, la reexposición pasa directamente a una melodía expansiva en Re mayor interpretada por las cuerdas. Después de morir en pianissimo, el tema de apertura del tercer movimiento, esta vez en Re mayor, se recuerda brevemente sobre trémolos de cuerda (en el Adagio 10 compases después de la cifra de ensayo 69). Tras una brusca interjección comienza la sección de desarrollo, que consta de dos partes. La primera introduce nuevas ideas melódicas y la segunda gira en torno a una escala descendente. La reexposición inicialmente solo presenta el primer tema antes de pasar a un pedal de dominante, avanzando hasta la reafirmación de la melodía principal ahora en la tonalidad inicial de Mi mayor, en la que se pueden encontrar fragmentos del primer tema, el «motivo central» y la escala descendente del desarrollo (en el acompañamiento). La obra cierra con una coda que reafirma en fortissimo el coral de metales que apareció al final del segundo movimiento (cifra de ensayo 89). Los últimos compases presentan otro elemento característico de las obras a gran escala de Rachmaninoff: un final marcato, rítmico y decisivo de cuatro notas (en este caso alterando la tercera nota por un tresillo), también escuchado en su Sonata para violonchelo y piano en Sol menor, op. 19, su Segundo y Tercer concierto para piano, en forma alterada en su Concierto para piano no. 4 en Sol menor, op. 40 y en sus Danzas Sinfónicas, op. 45.

Los artistas

Simon Rattle nació en Liverpool, Inglaterra, hijo de Pauline Lila Violet y Denis Guttridge Rattle, teniente de la Reserva Real de Voluntarios Navales durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque Rattle estudió piano y violín, sus primeros trabajos con orquestas fueron como percusionista de la Merseyside Youth Orchestra (ahora Liverpool Philharmonic Youth Orchestra). Ingresó en la Royal Academy of Music en 1971, de donde egresó en 1974 ganando la Competencia Internacional de Dirección John Player.

Después de organizar y dirigir una interpretación de la Segunda Sinfonía de Gustav Mahler mientras aún estaba en la Academia, fue descubierto por el agente musical Martin Campbell-White quien desde entonces ha dirigido la carrera de Rattle. 

En 1974, fue nombrado director asistente de la Orquesta Sinfónica de Bournemouth. Dirigió a la London Sinfonietta en su primer Prom en el Royal Albert Hall en 1976, donde el programa incluyó Meridian de Harrison Birtwistle y la First Chamber Symphony de Arnold Schoenberg. En 1977 se convirtió en director asistente de la Royal Liverpool Philharmonic.

Su paso por la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham (CBSO) de 1980 a 1998 lo ubicó en la mira de la crítica y el público. En 1980, Rattle se convirtió en su director principal y asesor artístico, y en 1990, director musical, trabajando en conjunto con la orquesta para elevar el status de ambos. Uno de sus proyectos de conciertos a largo plazo fue la serie de conciertos de música del siglo XX titulada Towards the Millennium. Otro logro importante durante su tiempo fue el traslado de la CBSO de su antigua sede al Symphony Hall, una sala de conciertos construida e inaugurada en 1991.

Pasó el año académico 1980/81 en St. Anne’s College, Oxford, estudiando Lengua y Literatura Inglesa. Fue elegido miembro honorario de St. Anne’s en 1991, y admitido al grado de Doctor en Música honoris causa de la Universidad de Oxford en 1999.

Rattle fue nombrado CBE en 1987 y obtuvo el título de Knight Bachelor en 1994. En 1992 fue nombrado Director Invitado Principal de la Orchestra of the Age of Enlightenment (OAE) junto con Frans Brüggen, del cual ahora es Artista Principal. En 2001 dirigió a la OAE en Glyndebourne en su primera producción de Fidelio de Beethoven con instrumentos de época.

En 2000 recibió la Medalla de Oro de la Royal Philharmonic Society. Del 29 de abril al 17 de mayo de 2002 dirigió la Orquesta Filarmónica de Viena realizando grabaciones en directo de las sinfonías completas de Beethoven. En mayo de 2006 fue nombrado miembro honorario de la Sociedad de las Artes. En 2011 la Real Academia de Música le otorgó un Doctorado Honoris Causa.

Rattle hizo su debut como director con la Filarmónica de Berlín (Berliner Philharmoniker) en 1987, interpretando la Sinfonía no. 6 de Gustav Mahler. En 1999 fue nombrado sucesor de Claudio Abbado como director principal de la orquesta. El nombramiento, decidido en una votación del 23 de junio por los miembros de la orquesta, fue algo controversial, ya que se informó anteriormente que varios miembros de la orquesta habían preferido a Daniel Barenboim para el cargo. Sin embargo, Rattle ganó el puesto y procedió a ganarse a sus detractores negándose a firmar el contrato hasta asegurarse de que todos los miembros de la orquesta recibirían un pago justo y también de que la orquesta obtendría independencia artística del Senado de Berlín.

Las críticas al mandato de Rattle con la Filarmónica de Berlín comenzaron a aparecer después de su primera temporada juntos y continuaron en su segunda temporada. El propio Rattle declaró en 2005 que su relación con los músicos de la orquesta a veces podía ser «turbulenta», pero «nunca destructiva». Fue contratado originalmente para liderarla hasta 2012 pero en abril de 2008 los músicos votaron para extender su contrato como director principal por diez años más hasta 2018. En enero de 2013 anunció su salida programada de la Filarmónica de Berlín al final de la temporada 2017-2018. Su último concierto con la orquesta como director principal fue el 20 de junio de 2018.

En marzo de 2015, la London Symphony Orchestra anunció el nombramiento de Rattle como su próximo director musical, a partir de la temporada 2017-2018, con un contrato inicial de 5 temporadas. En enero de 2021, la orquesta anunció una extensión de su contrato como director musical hasta 2023, momento en el que está programado que Rattle se retire de la LSO y tome el título de director emérito de por vida.

En cuanto a su vida personal, su primer matrimonio fue con Elise Ross, soprano estadounidense, con quien tuvo dos hijos: Sacha, que es clarinetista, y Eliot, que es pintor. Se divorciaron en 1995 después de 15 años de matrimonio y en 1996 se casó con su segunda esposa, Candace Allen, escritora nacida en Boston. Este segundo matrimonio terminó en 2004, y en 2008 Rattle se casó con la mezzosoprano checa Magdalena Kožená. La pareja vive en Berlín y tiene dos hijos, Jonas (nacido en 2005) y Milos (n. 2008), y una hija Anežka (n. 2014).

*****

La London Symphony Orchestra (LSO) es una orquesta sinfónica británica con sede en Londres. Fundada en 1904, es la más antigua de las orquestas sinfónicas de esa ciudad. Fue creada por un grupo de músicos que dejaron la Queen’s Hall Orchestra de Henry Wood debido a una nueva regla que requería que los músicos le dieran a la orquesta sus servicios exclusivos (aunque la propia LSO introdujo posteriormente una regla similar). Desde el principio, la LSO se organizó en líneas cooperativas con todos los músicos compartiendo las ganancias al final de cada temporada. Esta práctica continuó durante las primeras cuatro décadas de la orquesta.

La orquesta experimentó períodos difíciles entre las décadas de 1930 y 1950 cuando se consideró de calidad inferior a las nuevas orquestas de Londres, ante las que perdió músicos y contratos: la BBC Symphony Orchestra y la London Philharmonic Orchestra en la década de 1930 y la Philharmonia y Royal Philharmonic después de la Segunda Guerra Mundial. El principio de coparticipación en los beneficios se abandonó en la posguerra como condición para recibir un subsidio público. En la década de 1950, la orquesta debatió concentrarse en el trabajo cinematográfico a expensas de los conciertos sinfónicos; muchos de sus miembros fundadores renunciaron cuando la mayoría de los músicos rechazaron la idea. 

En la década de 1960 comenzó a recuperar su posición de liderazgo que ha mantenido posteriormente. En 1966 la orquesta estableció el LSO Chorus, originalmente una mezcla de cantantes profesionales y aficionados, que más tarde se convertiría en un conjunto totalmente amateur.

Como órgano autónomo, la orquesta selecciona a los directores con los que trabaja. En algunas etapas de su historia ha prescindido de un director principal y ha trabajado solo con invitados. Entre los directores con los que está más asociado se encuentran Hans Richter, Sir Edward Elgar y Sir Thomas Beecham, y en décadas más recientes Pierre Monteux, André Previn, Claudio Abbado, Sir Colin Davis, Valery Gergiev y Sir Simon Rattle.

Desde 1982 tiene su sede en el Barbican Centre de la ciudad de Londres.La orquesta afirma ser el conjunto más registrado del mundo; ha realizado grabaciones de gramófono desde 1912 y ha tocado en más de 200 producciones de bandas sonoras para el cine, de las cuales las más conocidas incluyen la serie Star Wars.

La música

El 18 y 19 de septiembre de 2019, como parte de la serie de conciertos de apertura de la temporada 2019/2020, Rattle y la London Symphony Orchestra ofrecieron dos conciertos de la Sinfonía no. 2 de Rachmaninoff en el Barbican Hall de Londres, junto con el Concierto para piano no. 2 en Si bemol mayor, op. 83 de Johannes Brahms con Emanuel Ax como solista. Una de estas dos presentaciones de la obra de Rachmaninoff se publicó el 19 de mayo de 2021 a través del sello de la propia orquesta.

Las notas de programa del disco dan un disclaimer general a la obra: 

La confianza de Rachmaninoff había sido golpeada fuertemente luego del desastroso estreno de su Primera Sinfonía, y le llevaría diez años sentirse capaz de presentar su Segunda. El contraste en la respuesta no podría haber sido más grande — fue un triunfo. Al igual que mucha de la música del compositor, la obra está impregnada por atisbos del canto del Dies Irae, pero desde su apertura lenta e inquietante, hasta el esplendor energético del finale, la pieza es sin dudas una obra maestra del Romanticismo, rebosante de intensa emoción y hermosas melodías.

Solía aclarar, cuando alguna conversación incluía la mención de Sir Simon Rattle, que, en su rol de director, jamás me gustó. Luché largamente con tratar de entender y aceptar algunas de sus interpretaciones, sus elecciones y decisiones musicales al enfrentarse a la lectura de alguna u otra obra que yo ya hubiera decidido cómo tenía que ser. Con el paso de los años he llegado a admitir que, como con todos los que me generaron rechazo, hay en Rattle posibilidades de sorprenderme, de congeniar en la propuesta narrativa, de ser afín a la expectativa que uno tiene de alguna pieza musical. 

Y es en el caso de Rachmaninoff, particularmente en esta interpretación de su Segunda (y como nunca me ha pasado con ninguna de las grabaciones del inglés sobre obras de Mahler), donde tengo que confirmar que el resultado excede lo esperado.

Esta lectura es magnífica, grandilocuente, desmedida y contenida en partes iguales con respetuosa comprensión local, enorme, sensible y violenta. La orquesta está en el apogeo de su capacidad instrumental. Tanto es así que uno duda que fuera, efectivamente, una grabación en vivo. Y está ahí arriba no solamente por sí misma y su historia como organismo (inclusive, su pasado con la obra: fueron los primeros en grabar la versión sin cortes, en 1973, bajo la batuta de André Previn) sino también gracias al fluir del enfoque de Rattle, su control del rubato (hay una clase magistral de esto en todo el pasaje final del Allegro molto, desde el Moderato 8 compases antes de la cifra de ensayo 41 hasta el final del movimiento –minuto 7:01 en adelante–), la variabilidad dinámica y expresiva, y su aguda sensibilidad frente al colorido instrumental presente en la opulencia de la escritura. El resultado es una interpretación que no da tregua al oyente y no le permite abandonar la atención activa desde el primero hasta el último compás.

La introducción Largo del primer movimiento es extensa y oscura, sobre la cual Rattle destaca con claridad los tonos oscuros del entramado orquestal estableciendo el hilo conductor inquietante de la obra general; está esculpida con mucho cuidado y atención a cada detalle (sobre todo en la dinámica), y las frases suben y bajan de forma idiomática y bien emparejadas. Esta apertura tiene un aura de maestría orquestal, donde la trama camarística se abre lenta y solapadamente al conjunto instrumental integral, amplio y expansible.

La obra es enorme (aunque ni cerca del tamaño de otras obras contemporáneas) y recorre un sinfín de sentidos y humores que Rattle controla a la perfección. Es reflexivo en el segundo tema de la exposición e intempestuoso en todo el desarrollo. Saca a relucir el anhelo y la pasión de la música, dando cuerpo a la persistencia del compositor respondiendo a sus demandas y entregándose enérgicamente a cada sección, particularmente la de cierre de este Allegro moderato. Hasta le aplaudo su elección de evitar la repetición de la exposición, entendiendo que el juego de opuestos se refleja con más claridad desde otro punto de vista contrario a la insistencia.

El Allegro molto del segundo movimiento, que bien podríamos sincerarnos y llamar scherzo, es directo, endemoniado, imparable. Se acerca al Totentanz de Mahler por su vehemencia orquestal discursiva e intensidad emocional. Se abre impulsivo y excitante, presentado como una cachetada precedente al moderato anterior y sólo logra detenerse a sí mismo al llegar a su expresiva sección B, con esa melodía de largo aliento en las cuerdas tan rusa y tan inconfundiblemente rachmaninoviana. 

En este segundo movimiento reaparece esa idea fija con la que Rachmaninoff jamás pudo dejar de jugar: el canto llano del Dies Irae, sirviendo como fuente principal del material melódico, entrelazado en el tejido musical de formas elaboradas y asombrosas, que sólo la maestría de Rattle logran destacar sin hacer evidentes y absurdas.

Toda familia instrumental está en lo más alto de sus habilidades (cuerdas, maderas y metales, y percusión), logrando de la mano del director que este movimiento sea veloz, de sonoridad apabullante y fraseo delicado.

Para el Adagio (quizás el más conocido de los movimientos de la obra gracias a su uso por parte de Eric Carmen para componer su «Never Gonna Fall in Love Again«) Rattle comprende –a mi criterio– la conjunción con la introducción del primer movimiento y logra mixturar los elementos de la partitura para dejar explícita esta hermandad. Revestido de un anhelo y una nostalgia insondables, el clarinete hace su hermoso solo (acompañado como pocas veces se escuchó por la atenta mano de tempo y dinámica libres y controlados de Rattle) introduciendo el tema principal que luego es desarrollado por toda la orquesta. En lo bajo del movimiento, como un murmullo y un eco, se escucha el lejano rumor de otra variación del Dies Irae, y a pesar de que Rattle comprende que no es parte destacable, sí es parte de la trama que edifica la obra como conjunto cíclico y lo expone en la justa medida y control.

La interpretación de este movimiento, por parte del director y principalmente de la orquesta, son lo más alto y destacable de este disco, inundada de timbres limpios y asombrosos, y líneas instrumentales bien construidas y sostenidas con simpleza y belleza. Rattle logra acá un equilibrio que saca a relucir el color profundo y brillo orquestal tan propio, notable y distintivo de la orquesta y la obra.

El Allegro vivace abre con alegría y ligereza. Toda diversión lírica que el compositor se anima a tener, el director la presenta con firmeza y claridad. En lo personal, es clara para mi la influencia que este movimiento tuvo sobre «Luces de mi ciudad» de Mariano Mores, pero es ineludible destacar ciertas reminiscencias con el movimiento final de Sinfonía en Do mayor de Schubert o, inclusive, con su propio Der Erlkönig. Sin ser una obra cíclica, Rachmaninoff recuerda material y estados de ánimo anteriores, y aunque Rattle los destaca y deja en evidencia, dándoles su merecido lugar en la interpretación, mantiene siempre su enfoque en el propósito principal y extrovertido del movimiento. 

El cuarto movimiento tiene sus raíces en una formidable dramaturgia sinfónica, siendo discursivo, teatral y dramático, matices que la LSO logra exponenciar a su expresión más pura y clara en una grabación intensa y enfocada.

Es en vivo y no hay aplauso final (decisión del sello de la LSO), pero eso no resta que la obra se presente con vida, disfrutable, distinguida y fiel a la tradición interpretativa del compositor y el género. Rattle logra persuadir al oyente aún en los puntos flacos de la partitura de que esta obra debería ser canon de la tradición orquestal mundial y su versión, referencia.