12 - Jonathan Bree - As the Curtains Close

Jonathan Bree – After the Curtains Close

12 - Jonathan Bree - As the Curtains Close
Tapa del disco As the Curtains Close, de Jonathan Bree

El artista

Jonathan Bree es un músico, productor y director de sello discográfico neozelandés. Nacido a fines de la década de 1970, obtuvo su primer acercamiento a la música gracias a su primo y mentor Mark Lyons, líder de la banda indie pop The Nudie Suits. Cuando Bree tenía diez años, Lyons le presentó a The Modern Lovers, agrupación de la cual se convirtió en fanático a largo plazo, llevándolo a incursionar más aún en el mundo musical y tocando como baterista en The Plaster Saints, otra de las bandas de su primo.

Su carrera musical independiente comenzó en Auckland en 1998 como miembro fundador de The Brunettes junto a Heather Mansfield.

El sonido de The Brunettes se basó en el contraste entre las voces de Mansfield y Bree, con melodías pop enfermizas y arreglos ingeniosos. La banda lanzó su primer EP autogestionado, Mars Loves Venus, en 1998, del cual sólo se imprimieron 30 copias. Mientras trabajaban en más música de The Brunettes y encontraban abrumadora la perspectiva de convencer a un sello discográfico para que los contratara, Bree y Scott Mannion (de la banda The Tokey Tones) decidieron formar su propio sello para lanzar música tanto de sus respectivos proyectos musicales como de otros artistas neozelandeses que se dedicaran al mismo tipo de indie pop orquestal que a ellos les gustaba.

El primer trabajo publicado por Lil ‘Chief Records fue Holding Hands, Feeding Ducks (2002) de The Brunettes. Durante el resto de la década, el sello lanzó discos de Alec Bathgate, Ruby Suns, The Tokey Tones y, por supuesto, The Brunettes, cuyos lanzamientos Mars Loves Venus (LP del mismo nombre que su primer EP, 2004) y When Ice Met Cream E.P. (2005) los ayudó a construir un sólido grupo de seguidores internacionales.

La banda firmó con el legendario sello Sub Pop y lanzó su próximo álbum, Structure & Cosmetics (2007) en los Estados Unidos. Sin embargo, el trato resultó efímero y The Brunettes continuó publicando su discografía a través de Lil’ Chief, siguiendo a la reedición de Structure & Cosmetics con Paper Dolls y The Red Rollerskates E.P. en 2009. 

Luego de estos lanzamientos la banda dejó de grabar, permitiéndole a Bree dedicarse en profundidad a su trabajo en Lil’ Chief. En 2011 él y la ex miembro de The Brunettes, Chelsea Nikkel, colaboraron en su álbum Lil’ Golden Book, que se lanzó bajo el nombre artístico de Nikkel, Princess Chelsea. Fue el resultado de más de tres años de trabajo y contó con el simple The Cigarette Duet, que actualmente tiene más de 56 millones de visitas en YouTube.

Mientras trabajaba para mantener a Lil’ Chief con lanzamientos de las bandas Sheep, Dog & Wolf y The Icypoles, Bree empezó a concentrarse en su propia música y en 2013 publicó su primer álbum solista, The Primrose Path. A pesar de poseer un sonido más sencillo que el que había utilizado en The Brunettes, su capacidad de escribir una melodía pegadiza y sencilla no se había atenuado. 

Junto a la preparación de The Primrose Path, él y Nikkel continuaron colaborando en el segundo álbum de Princess Chelsea, The Great Cybernetic Depression (2015), que fue seguido ese mismo año por el segundo disco solista de Bree, A Little Night Music, fuertemente influenciado por la «música clásica» luego de que el músico encontrara en la basura una serie de discos con obras de Piotr I. Tchaikovsky y Béla Bartók.

Su disco siguiente, Sleepwalking (2018), encuentra a un Bree descartando este enfoque pero manteniendo la sonoridad y uso de las cuerdas creando instrumentaciones menos barrocas, dicotomía evidente en los videos que rodean al álbum, donde se lo ve a Bree y a su banda con pelucas y telas que les cubren las caras creando la ilusión de maniquíes vivientes.

Mantuvo esta estética visual para el próximo álbum mientras nuevamente buscaba un nuevo enfoque musical al incluir algunos sonidos pop más modernos a la mezcla general de influencias que arrastró desde The Primrose Path. After the Curtains Close cuenta con la participación vocal de Princess Chelsea, Britta Phillips y Crystal Choi y fue publicado por Lil’ Chief en julio de 2020.

El disco

After the Curtains Close es el cuarto disco solista en estudio de Jonathan Bree, y fue lanzado en vinilo (edición tradicional y edición especial de color rojo) y en CD el 17 de julio de 2020.

La artística incluye a Jonathan Bree como el compositor y ejecutante de todos los instrumentos (salvo indicado), a Princess Chelsea, Crystal Choi y Britta Phillips como cantantes invitadas (además de coros); Ella Smith, Jamie-Lee Smith y Rebecca Stitt en coros; Ben Cobbett, Jessica Hindin y Andrew Keoghan en violines; Rachel Wells en violoncello; Mike Hall en contrabajo; Hayden Eastmond-Mein en saxofón; Stephen Huf en trompeta; y Rebecca Stitt también en panderetas y shakers.

La técnica estuvo a cargo de Bree como productor de todo el disco, Frank Arkwright en masterización (realizada en los estudios Abbey Road), Adam Custins en fotografía y Bradley Fafetja en layout.

La música

Hay cierto sentido de afabilidad percibida en una búsqueda musical que intenta unir lo mejor de varios mundos, la sensación de que las amalgamas y las mixturas son una exploración tanto personal como de respeto al oyente de uno u otro mundo. Los experimentos entre la «música clásica» y el pop tienden a dar pésimos resultados, sea por uno ser color pintado a brocha gorda sobre el otro, o por aquel convertirse en reversión efectista y bruta de este.

Afortunadamente para nosotros, oyentes receptores de esa afable intención del compositor, el caso de After the Curtains Close es el de una sinópsis perfectamente estructurada y construida, resumen del camino exploratorio que Jonathan Bree empezó en The Primrose Path del 2013.

Hay dos particularidades que le dan cohesión integral a todo el álbum, y que es necesario mencionar antes de presentar brevemente los temas en un listado consecutivo que sólo sirve al experimento de El Disco de la Semana y no a alguna forma constitutiva del disco (y algo que he intentado evitar hasta ahora en estas reseñas), y estas son los arreglos de cuerdas y el trabajo de producción.

En cuanto a lo primero, es claro el punto de partida del músico en su concepción compositiva de buscar integrar distintos lenguajes normalmente contrapuestos en uno solo nuevo de amalgama, donde influencias «clásicas» de la música de los siglos XVIII y XIX se ofrecen como hilo conductor para incorporar otras personalidades típicas del bubblegum pop, el indie rock más crudo, el dream pop, el funk y el soul, entre tantas otras presencias tanto en lo micro y lo macro.

Los arreglos de cuerdas tienen identidad personal, personalista, con unidad y coherencia. Sus raíces son vinculables en la concepción entre lo más grandilocuente y cinematográfico de Matt Serletic (en sus arreglos de cuerdas para el I Don’t Want to Miss a Thing de Diane Warren, grabado por Aerosmith para la película Armageddon) y lo más intimista y detallado de Craig Armstrong. Muñido de esas dos influencias (y muchas otras más), Bree logra construir un entramado orquestal sencillo pero contundente que sostiene, desde el primer plano o el acompañamiento, la cualidad más aglutinante entre track y track.

Lo segundo a destacar se sostiene, en gran parte, gracias a lo primero: y es la fuerte sensación de eclecticismo controlado que se encuentra en After…, donde no sólo gracias a la capacidad compositiva pero, especialmente, a la habilidad innegable de Jonathan Bree como productor, el disco encuentra su propia identidad modulante pero inalterable como un conjunto conciliador de canciones brillantes que pendulan entre baladas frías fuertemente sintetizadas (Children), pastiches de bandas de chicas (Kiss My Lips), pop indie brutal (Heavenly Vision), épicas íntimas y personalistas (Meadows in Bloom y No Reminders), lirismo sexual y desenfrenado (69), rock alternativo noventoso (Waiting on the Moment), soundtrack shogazer noir (Until We’re Done) y corte radial brillante de construcción perfecta (Happy Daze).

¿Pero qué, además, es lo particular de cada tema que lo hace distinto y similar del anterior y el siguiente?

El disco abre con una introducción orquestal que lleva el tema melódico de Happy Daze. Percusión irruptiva corta la melancolía parsimoniosa de la voz desganada de Bree para dar pie a la rítmica entrecortada y sincopada de la batería. Las cuerdas son hilo conductor retentivo del tema que se abre hacia ambos extremos grave-agudo con una brillante línea de bajo (elemento que llevará para adelante a gran parte de After the Curtains Close) y algunas gotas inocuas de campanillas. Y de repente, el track se amplía al modo mayor en pegatina de una parte B inesperada pero extrañamente complementaria a los minutos previos. 

Heavenly Vision posee una cualidad intrínseca propia de Bree y de todo el disco: una línea melódica quebrada e inesperada que aporta exotismo y tensión agradable. Su voz en el registro más grave se opone a los coros agudos de las voces femeninas de Smith, Smith, Stitt, Chelsea, Choi y Phillips, y su entrada sobre el pulso débil del compás que nunca llega a terminar le otorga dinamismo y color cercano al jazz lounge desganado y bucólico de las décadas de 1950 y 60 estilizado posteriormente por gigantes como Portishead y algunas excepciones brillantes del Intriguer de Crowded House, hoy por hoy la banda pop más representativa de Nueva Zelanda.

Waiting on the Moment es Scotty Doesn’t Know meets The Magnetic Fields meets los arreglos de cuerdas de Craig Armstrong para el Frozen de Madonna. Es un corte de radio upbeat estructurado de forma tradicional pero con un color cercano al lo-fi y una línea de bajo brillante que lo enaltece.

Sigue la primera participación vocal invitada, la de la azucarada voz de Princess Chelsea, que aporta a un track de impronta R&B tan próximo a un B-side póstumo de Amy Winehouse como es Kiss My Lips una inesperada y perfecta conjunción entre lo antiguo y lo moderno del pop, acompañado de pequeñas intervenciones de cuerdas, el saxo y la trompeta, que junto al uso de la escala pentatónica para la construcción melódica, erige una balada de amor exótica y redonda.

Un quiebre hacia un fingido lado más electrónico llega con Until We’re Done, una inclasificable modernización del dream pop de fines de los ochentas de bandas como This Mortal Coil o Cocteau Twins que me recuerda al mismo desarrollo del género de gente como Johnny Jewel en su Chromatics y sus breves aportes a la banda de sonido de la tercera temporada de Twin Peaks. Este punto casi central del After… trae la comprensión de que Bree es un compositor también visual, donde gran parte de sus tracks tiene una personalidad gráfica que podría ubicarlo con holgada facilidad en el soundtrack de cualquier película de elementos surrealistas.

In The Sunshine es el apogeo de la influencia de Craig Armstrong en la escritura del arreglo de cuerdas, donde el conjunto se ubica como hilo conductor de un track oscuro, tensionado, triste, con una impronta tan poderosa que es inevitable terminar de escucharlo y dejar de cantarlo. Influencias de Nick Cave son evidentes y tan certeras que podría confundirse a In The Sunshine como una versión un tanto más electrónica de alguno de los tracks del Skeleton Tree del 2016. Y aunque la voz se acerque más a la de Iggy Pop, la canción es inconfundiblemente Cave-iano.

Britta Phillips, de voz dulce y brillante, un poco más opaca que el histrionismo de la de Princess Chelsea, se presta para un track del dream pop más duro y crudo de Badalamenti y Lynch cooperando en la construcción de la carrera de Julee Cruise que mejor habría quedado en el disco homónimo de Thought Gang. Meadows in Bloom es, además de todo eso, un tributo al Disney de la década del 1930, al Bond de la década del 1960 y al Blues que se desarrolló de forma más formulística en la Hollywood de la década del 1950. Pero es un track brillante, oscuro y vivo en igual proporción, otra prueba de la habilidad ecléctica de Bree para construir sobre influencias de influencias.

Cover Your Eyes moderniza el Oasis de What’s the Story (Morning Glory)? para ubicarlo en el terreno del vaporwave y la balada de pop orquestal elocuente y directa.

Children abre con una línea pianística grave y la batería sobre la cual Bree canta una melodía sencilla de cierto corte oscuro y letras densas. Las cuerdas entran y acompañan hasta que el cambio violento de modo y la mano brillante de la producción sonora le dan un nuevo matiz absolutamente desconocido en los 8 temas anteriores de After the Curtains Close. Ese interludio es tan propio de los Prince Johnny y I Prefer Your Love de St. Vincent, con sus cuerdas y coros tan fuertemente filtrados que resultan cercanos al Mellotron, y una línea melódica quebrada y poco lineal, que uno no puede dejar de pensar en qué influencia tuvo uno sobre el otro (o si, directamente, Annie Clark tuvo alguna participación no declarada en este disco). Es, quizás, el track más ecléctico y más característico de After… y el que defiende la capacidad compositiva, productiva y de construcción sonora de Bree.

69 es misterioso, fantástico, de sonoridad cinematográfica burlada y melódica no lineal, otra de las características constitutivas del álbum. Un track fugaz que no termina de empezar y ya termina, una perfecta y necesaria miniatura que juega, en parte, con el contraste vocal entre Jonathan Bree y Crystal Choi. El trabajo del bajo es un escándalo, sutil y contundente, de un buen gusto homónimo a la brillantez de Chris Squire con su lirismo personal y característico emulado en una microforma divina.

El anteúltimo tema tiene una construcción de sinfonía mínima, un enlatado pequeño de desarrollo temático que presenta a Bree en lo más oscuro y teatral de su voz, acompañado de una batería podrida y un bajo rítmico, con pequeñas intervenciones de cuerdas, piano y coro que oscurecen y abrillantan a gusto el proceder de No Reminders.

After the Curtains Close cierra con el tema del mismo nombre, que encuentra todos los gestos, giros, yeites y particularidades de este álbum magnífico e inesperado reducidos a modo de resúmen en una pequeña épica de menos de cuatro minutos. Contraposición de timbres, melodías vocales por momentos directas y por momentos sin línea discernible, instrumentación miniatura, orquestación magnífica y hasta un estribillo cantable y recordable, objetos mínimos que entran en directo contacto y se entremezclan para cerrar un cuarto LP que parece ser resumen y apogeo de una brillantez, para mi, desconocida hasta hoy.